Proceso de duelo

Claves para prepararse ante un duelo inevitable

La muerte es quizá la única certeza que tenemos en la vida. A pesar de ello, millones de años de evolución no nos han permitido a aceptar a la muerte como un hecho natural, sobretodo cuando nos toca enfrentarnos a la muerte de un ser querido. En el caso de enfermedades prolongadas o en la disminución de facultades físicas y mentales por efectos de la vejez, la muerte es un hecho ineludible, finito y más próximo de lo que desearíamos. 

El proceso del duelo, se da tras la muerte de un ser cercano, un familiar o amigo. Es un proceso que no tiene fecha de caducidad y que es indeterminado en su intensidad, duración o efectos permanentes que pueda dejar en la persona. Más aún, el duelo es un sentimiento muy personal y que varía diametralmente en diferentes etapas de la vida. No existen dos formas de duelo iguales y no por ello, dejan de ser momentos dolorosos, tristes y de gran estrés emocional. 

Una larga agonía

Pacientes que sufren enfermedades terminales y que padecen tiempos prolongados de agonía precedente a la muerte, suelen estar rodeados de familiares y amigos que le acompañan durante todo el proceso. A pesar que el tiempo de padecimiento, pueda permitir a los seres cercanos asimilar que la muerte será el desenlace de la enfermedad, el duelo no deja de ser menor a otros casos, como los de una muerte inesperada.

Muchos acompañantes de pacientes en la etapa final de una enfermedad terminal, suelen agradecer el tiempo concedido para realizar una despedida adecuada o sanar viejas heridas emocionales.  Sin embargo, el proceso de acompañamiento a un paciente suele ser agotador y conllevar un desgaste físico y psicológico, para las persona que se mantienen a su cuidado.

Este agotamiento suele traer dos sentimientos antagónicos: En primer lugar, como es obvio, el sentimiento de congoja y pena por la muerte del ser querido. No obstante, se siente una especie de alivio por saber que nuestro ser amado, ha descansado del sufrimiento que lo acompañó durante un tiempo.

La vejez

Despedirnos de nuestros abuelos o seres queridos de avanzada edad, es un proceso bastante similar al que se produce después de una enfermedad terminal.  Poco a poco, vemos con tristeza como nuestros ancianos empiezan a deteriorarse corporal y mentalmente. En esos momentos empezamos a presentir que la muerte puede llegar en cualquier momento.

Este proceso puede ser especialmente amargo en aquellos casos que las facultades mentales del anciano, se han deteriorado al punto de perder la capacidad de habla, memoria e incluso de consciencia. En ambos casos, prepararnos para la muerte de un ser querido, no conlleva necesariamente la disminución de la pena o del duelo posterior. Sin embargo ayuda a cerrar procesos emocionales que se pueden quedar como tareas pendientes en nuestra emocionalidad. 

Recordar con alegría a nuestros difuntos, es una de las mejores terapias que podemos tener.  Sentarnos en familia a recordar momentos vividos junto a la persona fallecida, puede devolver un poco de alegría en una etapa tan llena de tristeza y servir como bálsamo para curar heridas emocionales abiertas.

Realizar una reunión entre familiares amigos y en la que remembremos a nuestro ser perdido, es una sencilla pero muy emotiva manera de homenaje. La elaboración de un álbum de fotos o vídeos es una herramienta fantástica.  Conservar recuerdos como diamantes de ceniza, en una forma muy sentida y hermosa de mantener vivo el recuerdo de nuestros seres queridos. Es una expresión sublime de cercanía con alguien que se fue físicamente pero que siempre permanecerá en nuestra memoria.